Percibir no
es representar, sino acceder al mundo, al ser; es la condición de
efectividad
de toda relación del Ser y del mundo, ya que no poseemos otra verdad que la que
la percepción nos proporciona. Podemos entender la percepción como un juego de
espejos: ver al mundo como algo dado en la percepción y viceversa. Es un acontecimiento
intracarnal y no una acción subjetiva. “No somos nosotros quienes percibimos,
es la cosa la que se percibe ahí”
Antes que
abarcar el mundo con el pensamiento, lo hago con mi sensibilidad,
con mi
corporalidad. Tocar no es un acceso exterior a la cosa, es más bien, una
manera de
introducirse a ella. Estoy en con-tacto con el mundo.
Hay dos
hojas intercaladas: la de mi cuerpo y la del mundo. Toco las cosas y al
tocarlas, me tocan.
Mi cuerpo
modelo de las cosas y las cosas modelo de mi cuerpo: el cuerpo atado
por todas partes al mundo, pegado a él; todo eso significa: el mundo, la
carne, no como hecho o suma de hechos, sino como lugar de una inscripción
de verdad.
El cuerpo es
aquello que tengo para ir al corazón de las cosas; me convierto en mundo y las
convierto a ellas en carne. Nadie mejor que el cuerpo puede llevarnos a las
cosas mismas. La cosa: ser de dimensiones, como mi cuerpo; inaccesibles a un sujeto
que las domine desde lo alto. Hablar de la Carne no es algo así como hablar de una
antropología, no se trata de describir un mundo que está tapizado con nuestras proyecciones;
se quiere decir más bien que el ser-carnal es “prototipo del Ser.”
La Carne es
propiedad física tanto de mi cuerpo como de las cosas; por ello me coloco
entre las cosas que toco y en cierto sentido me convierto en una de ellas: en
un ser tangible-tangente; por este cruce me inscribo en el mismo mapa de las cosas:
formo parte de la geografía del mundo; me incorporo a su universo. Cosas y cuerpo:
ambos sistemas aplicados uno a otro “como las dos mitades de una naranja.”
Decir que
nuestro cuerpo es carne es darle el verdadero estatuto mundanal que debe
tener. Ser carnal es ser terrenal y mirar sólo las cosas del mundo, es también
cebarse en el dolor. Cuerpo que sufre cuando su carne está herida. Dejo de ser
masa de órganos y maquinaria ósea, soy superficie que envuelve la piel, rojo
vivo que duele.
MERLEAU-PONTY,
Maurice.
Lo visible y
lo invisible
. Seix
Barral. Barcelona, 1970, p. 164.
Ibid, p.
170.
Ibid, p.
167.
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