31/8/09

En Un Segundo



Quiero iniciar Septiembre con este Artículo de Miguel Angel Santos Guerra. Tardaremos más de un segundo en leerlo, pero si sabemos apreciar su contenido seguramente nos haga reflexionar. Pues ahí va :

En un segundo
Artículos en La Opinión — 29 Agosto 2009
¡Lo que puede cambiar en un segundo! El cambio más consistente y definitivo es la muerte. Puede sobrevenir en unos instantes. Éramos y, en un segundo, dejamos de ser. Estábamos bien y, de repente, todo se acabó. Pero sólo nos preparamos, en el mejor de los casos, para la vida. De la muerte nunca se habla. En la muerte nunca se piensa.
En un segundo puede cambiar la vida de forma decisiva, puede dar un giro en la dirección exactamente opuesta a la que llevábamos. Una cabezada provocada por el sueño mientras conduces, hace que el coche se salga de la carretera y provoque un fatal accidente. Un giro brusco del volante para ahuyentar la mosca que se ha colado por la ventanilla produce un choque frontal con otro vehículo.

Después de vivir una arriesgada situación de peligro en El Cairo, me cuenta un amigo la historia bien cercana a su familia de una pareja de novios que llega a dicha ciudad para su luna de miel. Mientras cargan las maletas en un taxi del aeropuerto, el conductor sale disparado con el vehículo en el que ya se había sentado la novia, dejando al novio (ya marido) sin su mujer para siempre. El trabajo de la policía resultó infructuoso. Las pesquisas que hizo un detective privado siguieron el rastro a un negocio de trata de blancas cuya pista se perdía en el desierto. Un segundo fatal.

Hago frecuentemente este ejercicio mental: ¿qué hubiera sucedido de haber atropellado a ese peatón que cruzó la calzada de forma imprevista e inoportuna? ¿Qué habría pasado de no haber controlado el coche en ese volantazo que me obligó a dar un conductor despistado? ¿Qué hubiera sucedido de haber pasado unos instantes antes debajo de ese alero que se desprendió sobre la acera?

En un segundo te pone el atracador un cuchillo al cuello para arrebatarte el móvil (recuerdas, ¿amigo René?). En un segundo se produce el traspiés en la escalera. En un segundo explota la bomba que los terroristas colocaron debajo de un coche. En un segundo rozó la rueda de la moto el bordillo de la rotonda (verdad, ¿querida Montse?), en un segundo te informan de un diagnóstico fatídico. En un segundo que dejaste de mirar al niño, éste se perdió entre la multitud. En un segundo te arrebata la vida de un ser querido un infarto totalmente imprevisto (lo sabes bien, amada Lourdes).

Me he referido a cambios dramáticos. También pueden producirse giros radicales de manera instantánea en el sentido positivo. En un segundo se cruzaron las miradas de quienes compartieron luego toda una vida de amor y de felicidad (no es verdad, ¿entrañable amigo Carlos?). En un segundo cantaron el número de la lotería que te convirtió en multimillonario. En un segundo te dijeron que te habían elegido en aquella complicada selección de personal.

Antes de ese segundo todo era diferente. Después de ese segundo todo será radicalmente distinto. ¿Cuántas veces desearíamos volver al instante anterior a ese hecho inesperado (o, quizás, esperado y temido)? Sin embargo, no disfrutamos de lo que somos y tenemos, agobiados por pequeños, a veces insignificantes problemas o contratiempos.

La rutina es anestesiante. Nos deja sin capacidad de reflexión y de sensación. Vivir intensamente el presente se convierte, pues, es una inteligente actitud ante la vida y ante nosotros mismos. La palabra presente tiene varias acepciones. Según el diccionario de la RAE es “el tiempo en que actualmente está alguien cuando refiere algo”. En otra acepción se refiere a presente para decir “que está delante o en presencia de alguien o concurre con él en el mismo sitito”. Una tercera, que es a lo que voy, dice que presente es “obsequio, regalo que alguien da a otra persona en expresión de su reconocimiento”. El presente que disfrutamos es un regalo maravilloso de la vida. El presente es un magnífico presente.

Recuerdo haber leído (y regalado a una querida amiga que estaba hospitalizada con un pronóstico fatídico que pronto se cumplió) un libro que hace referencia a este significativo entramado semántico: “El presente precioso”, se titula. Su autor es el afamado Spencer Jonson. Habla del tiempo como un regalo, como un precioso presente, en uno y otro sentido. El paquete adornado con cintas de regalo que figura en la portada te introduce en una fábula encantadora y sencilla que combina los conceptos de presente temporal y dádiva maravillosa.

Cuando el presente es bueno debemos disfrutarlo y celebrarlo. Cuando es malo conviene buscar la forma de mejorarlo. No sólo el nuestro, claro está. Hablo desde una visión comprensiva de la humanidad. El dolor ajeno no puede resultarnos indiferente.

No somos conscientes de nuestra vulnerabilidad. De la propia y de la ajena. La inconsciencia es un mal de nuestro tiempo. Nuestra vida pende de un hilo, pero nosotros seguimos jugando como si la eternidad fuera nuestra. Arrastrados por la prisa, los trabajos, los ruidos y las cosas, pensamos poco en lo que somos y en lo que hacemos.

La inconsciencia, que es propia de niños y de enajenados, nos acompaña en nuestro devenir como si los años no nos hubiesen dado la madurez necesaria para pensar lo que somos y para saber lo que hacemos con nuestra vida.

Un segundo es suficiente para ponernos contra las cuerdas de nuestra realidad. ¡Zas! Y todo fue distinto para siempre. Nunca lo habíamos pensado.

Ojalá que la reflexión sosegada nos permita hacer el descubrimiento de lo esencial. Ojalá que, a través de la cordura, tengamos la vivencia que el psicólogo Katz llamaba del “¡ah!”. “¡Ah, ya caigo!”. Esa vivencia que nos permite descubrir de pronto lo que es verdaderamente esencial.

Leido en El Adarve.